Transmasculinidad no binarie

Tengo 32 años, pero cuando me di cuenta de que era una persona trans tenía 23. Fue un momento complejo porque yo no conocía mucho sobre las identidades trans. De hecho, empecé identificándome como hombre trans, lo cual es diferente a ser transmasculino y ser una persona no binarie.

Aunque parezca compleja mi identidad, existen personas trans que también se identifican con ella. En algún momento me quedé sorprendide al ver un video de YouTube donde un chico explicaba su transmasculinidad no binarie y era lo que yo pensaba sobre la mía, aunque vivíamos en países diferentes. Fue hermoso saber que alguien más entendía su género como yo lo hacía. 

Dejé de identificarme como hombre cuando conocí el feminismo. Para mí esa etiqueta estaba marcada por la violencia, la dominación, el poder desde el sentido de oprimir a otres. ¿Cómo podía identificarme con algo que para muchas mujeres significaba violencia?, ¿cómo podía decirme a mí mismo ‘hombre’ cuando yo también había sufrido violencia de otros hombres? No había espacio donde mi moral y mis principios se encontraran con esa identidad. Empecé a entender que no era algo que quería reivindicar políticamente, pues no me sentía a gusto diciéndole a la gente que era un hombre, puesto que hasta yo lo asociaba con prácticas, pensares y conductas violentas muy marcadas. Sin embargo, cada vez que me miraba al espejo quería verme de manera masculina, quería construir una imagen masculina de mí misme. 

Entendí que la masculinidad no era atribuida únicamente a los hombres. Con esto quiero decir que la masculinidad como imagen/expresión de género sí es algo que he decidido habitar. En algún momento, sé que lo que yo llamo masculinidad va a variar, así como los significados de la masculinidad y feminidad varían con el pasar del tiempo o el territorio. La falda es un ejemplo de indumentaria que se asigna a las mujeres, algo que hasta ahora es un símbolo de feminidad. En otros contextos, una falda puede significar masculinidad, como las faldas escocesas. 

Estas dos categorías están marcadas por un sistema que nos ha oprimido históricamente; no solo se tiene que demostrar que se es une de les dos, sino que hay que parecerlo: cómo se debe ver el cuerpo, cómo hay que comportarse, cómo mostrarse ante la sociedad, cuáles son los roles de género que se debe seguir, qué expectativas tiene la sociedad de cada unx, esa rigidez en la que se debe demostrar ser une de les dos categorías para ser validade.

Desde mis vivencias transmasculinas, cuando una persona trans empieza a identificarse como ‘hombre’ o dentro de la ‘masculinidad’, existen ciertos roles ya naturalizados que uno inconscientemente asocia e incluso reafirma para que su identidad sea reconocida frente a otres: como mostrar fortaleza, ser el proveedor de la casa, deprimirse no es válido, debes tener varias parejas sexuales, no puedes mostrar afecto a otros hombres. O estas frases tan cliché como «los hombres no lloran», «patea como hombre». Muchos hombres cis y trans llegan a sentirse mal cuando se les dice alguna de estas frases.

Con respecto a ‘ser mujer’, hay una normativa asignada que indica que una tiene que ser delicada, no decir cosas vulgares, no explorar su propia sexualidad de manera abierta, la maternidad es asumida como la realización de ‘ser mujer’. Con esto resumo que este cis-tema reprime y vigila los géneros desde una mirada heteronormada porque al identificarse como hombre, debe gustar de las mujeres y como mujer, se le debe servir a un hombre y casarse con uno. Las transmaculinidades que aún no son visibles o no salen del closet trans saben que esta vigilancia de género es violenta. 

No me identifico con ninguna de estas identidades porque siento que el género con el que me percibo no le pertenece a este sistema cisgénero, heterosexual y patriarcal donde ‘ser hombre’ o ‘ser mujer’ significan violencia también. 

Ahora, lo más complejo. ¿Por qué no binarie? Mucha gente llega a entender lo femenino y lo masculino, pero cuando se habla de algo fuera de estas dos categorías pareciera que sus mentes explotaran y se fueran a otro lado. La forma con la que yo percibo mi género no es la forma con la que todes pueden identificarse. El espectro del género, sin embargo, no se limita a dos polos opuestos, sino en un sinfín de maneras de poder transformarlo y modificarlo. El género es algo flexible. No me identifico con ser hombre, pero tampoco me identifico con ser mujer. Estas identidades son muy rígidas y cerradas. ‘Ser mujer’ es algo con lo que jamás me identifiqué, he tenido y sigo teniendo varias vivencias de mujer, pero no me veo ni entiendo de esa manera. Me gusta la feminidad también, pero tampoco es algo necesariamente adjudicado a ‘ser mujer’.

Mi no binariedad la reivindico desde afuera de estas categorías, no solo como mi identidad, sino en sus repercusiones con el cuerpo, la sexualidad y las expectativas que las acompañan. Es desmitificar que lo femenino y lo masculino, como norma, sean las únicas formas de habitar una identidad, puesto que se invisibiliza lo que no calce en los polos de ese espectro en el contexto donde vivo. 

No puedo borrar mi identidad. Es mi deber hacer visible toda la diversidad que pueda mostrarse. Me identifico políticamente con la transmaculinidad porque fue lo primero que asocié a mi género cuando era pequeñe, el primer espacio con el que me identifiqué. Al juntar mi transmasculinidad y mi no binariedad hallo no solo algo en lo que encajo, sino mi propia lucha política, mis cuestionamientos frente a este cis-tema donde encuentro mis contradicciones y las suyas. 

Hago hincapié en que repensar mi identidad ha sido posible gracias a ciertos privilegios que he tenido a lo largo de mi vida, desde el acceso a la información hasta la educación. No todas las personas trans contamos con estas facilidades y oportunidades, al menos no en Perú y, en las regiones fuera de Lima, el acceso a información es menor.

Santiago Balvin Gutiérrez es investigadore y activista transmasculine no binarie, defensor de los derechos humanos de personas trans. Pertenece a la colectiva Rosa Rabiosa y a la Coalición de Voces por la Equidad y la Paz, donde participa como actor social en el monitoreo de políticas públicas, avances y problemáticas sobre la situación de personas transmasculinas y no binarias en Perú. 
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