Quinceañera: Una mirada crítica sobre la telenovela mexicana

Por Rebeca Bonini |

Quinceañera es una novela mexicana de finales de los 80, cuando la homosexualidad era ilegal en Ecuador, el aborto no era legal en Uruguay y Thalía todavía no hacía en vivos en Instagram. Tres tragedias en la historia latinoamericana. 

El elenco principal de Quinceañera se conforma de Adela Noriega ―a quien mi mamá llama “la actriz bonita que siempre llora” ― y Thalía ―una cantante que, si no se acuerda, no pasó―. La trama se centra en Maricruz y Beatriz, dos mejores amigas de estratos sociales muy distintos que están cerca de cumplir los quince años. 

Una noche, Maricruz es drogada por Memo, el malandro del barrio, y él le hace creer que la violó mientras estaba inconsciente. Pensándose víctima de un abuso, la vida de Maricruz se ve interrumpida: su enamoramiento con Pancho, el aprendiz de mecánico de la colonia, ya no le parece posible. 

Por otro lado, nos encontramos con el personaje de Thalía ―¿me oyen, mis vidas?― quien es seducida por Gerardo, el hermano de Maricruz, impulsado por un inmenso deseo de subir en la escalera social. Beatriz es manipulada hasta enamorarse de él y queda embarazada a sus 14 años. 

Cuando tenía 12, me obsesioné con la telenovela Quinceañera. La daban en un canal donde pasaban telenovelas mexicanas las 24 horas. De las cuatro veces que reproducían el mismo capítulo, yo lo veía tres. 

Ahora que estoy en mi veintena y han pasado años desde la última vez que escuché la canción tema de la telenovela ―ahora, despierta la mujer que en mí dormía―, puedo analizar bajo un ojo más crítico ―y poco a poco se muere la niña― las falencias y puntos positivos de la producción mexicana ―empieza la aventura de la vida―.

Primero, debo otorgar crédito donde éste es merecido. La exploración del abuso y un claro reflejo de estrés postraumático como riel principal desafía los conceptos clásicos de telenovelas para adolescentes. Por lo que debo concederle a Quinceañera puntos por basarse en traumas y experiencias que mujeres en todo el mundo han sufrido a causa de la profundamente enraizada misoginia y violencia de género. 

Así como muchas otras producciones televisivas, la calidad de su ejecución disminuye bajo la lupa de una década más avanzada. 

Iniciaré con el embarazo adolescente del personaje de Thalía ―corro, vuelo, me acelero, para estar contigo y empezar el juego―. Beatriz tiene sexo con Gerardo, creyendo que él la ama y, mientras se viste después del encuentro, le dice “Me tienes que querer mucho ahora”. La vulnerabilidad de una chica de 14 años, después de iniciar su vida sexual con un joven que no está siendo sincero, se ha mantenido en mi memoria. Eso también es abuso. 

La virginidad en esta novela es la verdadera protagonista: Maricruz se atormenta a diario pensando que Pancho no merece a una chica impura como ella y Beatriz está aterrorizada de lo que puede pasar si alguien se entera que ya ha sido de un hombre. 

Maricruz eventualmente descubre que no fue violada y regresa a su vida y su relación con Pancho. Mientras que Beatriz, como castigo divino por ceder al llamado del cuerpo, queda embarazada. Este punto apenas mueve la trama. 

Beatriz está embarazada unos cuantos capítulos, como para mantener la atención del televidente y, cuando ya no le conviene al personaje la idea de ser madre, los guionistas le hacen tener un aborto espontáneo. Ella perdona a Gerardo y sigue con su existencia como si nada hubiera pasado. 

Es una partida clásica la del aborto espontáneo en las telenovelas, especialmente cuando son jóvenes los personajes. Nos presentan este suceso tan frecuente y alarmante en América Latina y se deshacen de este punto en la historia, para no tener que lidiar en una telenovela con los verdaderos estragos a los que se enfrenta una sociedad donde la educación sexual y acceso a anticonceptivos es decepcionante. 

Hay ciertos temas a los que no es fácil exponer a un personaje, como hacerla evaluar un aborto médico o llevar al extremo su gestación, pero me parece que, si se va a tratar el embarazo adolescente, éste no debe ser romantizado y desvanecido al poco tiempo. Constantemente, se descarta representar los conflictos a los que se enfrenta una adolescente o niña al llevar a cabo un embarazo, conflictos que difieren según ciertos privilegios o la carencia de ellos. 

Sólo presentan al personaje que tuvo sexo ―sexo compro, sexo vendo, sexo arriendo, sexo, sexo― y la embarazan para hacerla pagar por sus viles pecados carnales. Luego, borran este hecho y prosiguen con la historia. 

Finalmente, tenemos el castigo de la chica mala de la novela. Leonor, una muchacha del barrio de Maricruz, redime su personaje después de ser violada por Memo. 

La diferencia entre Maricruz y Leonor es que una pensó que fue violada y pasó por el estrés postraumático de creerse ultrajada y la otra, porque no tiene un interés romántico o no fue una “buena chica”, sí es violada y no se le da un espacio para procesar dignamente lo ocurrido. Se pretende que su trauma la vuelva mejor ser humano. 

Que el abuso de Maricruz no fuera real, como ella pensaba, sólo aportó a que siguiera siendo virgen para Pancho. Ella sufre porque él ya no la va a amar por no ser virgen y él, en algunas líneas durante la novela, afirma esta creencia. Cuando Maricruz descubre que nunca fue tocada, vuelve a los brazos de Pancho y terminan felices para siempre. 

Esta novela nos enseña el peso de la virginidad en el amor y nos hace creer que el amor puede borrar todo, hasta las más duras problemáticas sociales.

Rebeca Barahona Bonini(@rebecaquieresalvarelmundo)
Nació en Guayaquil al inicio del milenio, cuando el mundo (desgraciadamente) no se acabó, y es el vivo ejemplo de que la orientación sexual no se escoge, porque, si no, ¿por qué sería hetero? Utiliza su apellido materno para escribir, porque no quisiera que sus compañeros de trabajo descubran que es la versión vulgar de María Fernanda Heredia. La autora espera que sus chistes sean tan malos que te hagan reír y que sus escritos alguna vez puedan ser leídos desde un lugar que no sea su OneDrive de plan gratuito.  

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