Paul B. Preciado: Replantear el psicoanálisis

Por: Martín Riofrío

El 17 de noviembre de 2019, en el marco de las jornadas internacionales de L’École de la Cause freudienne en París, Paul B. Preciado fue invitado para hablar ante una asamblea de psicoanalistas. Desde el comienzo, cuenta Preciado, su presencia no fue bien recibida. Entre abucheos y palabras ofensivas, subió al escenario con el propósito de disertar un discurso sobre la diferencia sexual y la postura tradicional y heteronormativa del psicoanálisis. ¿Qué ocurrió? Al pedir a la institución psicoanalítica que se haga cargo de la actual transformación de la epistemología de género y sexual, los ataques arreciaron. Una mujer que estaba cerca de la tribuna gritó que el discurso en cuestión era nazi y que tenían que hacerlo callar. Al mismo tiempo, el autor fue interrumpido porque ‘‘se acababa el tiempo’’ y se vio obligado a saltar partes y leer el texto incompleto. Como era de esperarse, causó conmoción. Pasados unos días de la conferencia, las asociaciones psicoanalíticas entraron en guerra; las posiciones se dividieron a favor y en contra. Además su conferencia, filmada por decenas de teléfonos móviles, se publicó en internet, desatando una serie de traducciones y transcripciones de dudosa fidelidad. Por este motivo y con la intención de ampliar el debate, Preciado decidió publicar el discurso íntegro, tal y como a él le hubiese gustado compartirlo aquel día ante los psicoanalistas. Lo llamó: Yo soy el monstruo que os habla. 

Presentación 

¿Qué implicaciones tiene para un hombre trans hablar ante una academia de psicoanalistas? Paul B. Preciado abre su intervención respondiendo a la pregunta. Desde luego, no es algo fácil. A los ojos del psicoanálisis una persona trans o no binaria es diagnosticada como un «enfermo mental», un «disfórico de género». Este es un punto clave para entender las asociaciones que hace el autor sobre las jaulas. Para tomar una carrerilla, Preciado cita a quien, desde su opinión, es ‘‘el mejor analista de los excesos que se esconden bajo el tejado de la razón científica y de la locura’’: Franz Kafka.

En 1917, Kafka escribe Informe para una academia, donde el narrador del relato es un simio que después de haber aprendido el lenguaje de los humanos se dirige a una academia de altas autoridades científicas para explicarles lo que el devenir humano  ha supuesto para él. Cuenta que para poder aprender el lenguaje de sus captores y poder entrar en la sociedad europea, tuvo que olvidar toda su vida como simio hasta convertirse en un hombre alcohólico. Solo tenía dos opciones: morir dentro de una jaula para animales o sobrevivir dentro de la jaula de la subjetividad humana. Como es evidente, escoge la segunda opción. Preciado se vale de este ejemplo para dirigirse a los psicoanalistas desde su jaula de hombre trans. 

Una aproximación a su jaula de hombre trans 

Lejos de todo punto de vista reduccionista, Preciado define su jaula como un habitáculo marcado por el decurso de la experiencia vital. Él, ese ‘‘monstruo’’ construido por el psicoanálisis y la medicina que ha aprendido a hablar el lenguaje de Freud y sus discípulos, ese individuo incapaz según la teoría de ‘‘resolver correctamente un complejo de Edipo o una envidia de pene’, se confiesa víctima de la heteronormatividad de los sexos. Pues él, a sí mismo, se define como una persona no binaria porque, según dice, asumirse como hombre significa quedarse callado y fundirse en el magma naturalizado de la masculinidad, y no revelar su pasado como disidente o su lucha política. Sin embargo, tuvo que convertirse legalmente en un hombre para buscar una salida adonde fuera. La libertad, reflexiona, no es algo que nos es regalado ni mucho menos otorgado, es algo que uno mismo fabrica.

 Fue de esta manera que estudió los términos que lo definían como hombre trans, y comenzó a inyectarse testosterona y un día, de repente, una voz gruesa lo sorprendió saliendo desde su garganta. Aprendió a caminar como hombre, y a mirar de frente y hacia arriba. Pese a los privilegios que existen al reconocerse y ser reconocido como un hombre ante la sociedad, Preciado explica que no renunció a afirmarse en público como trans porque no quería abandonar el peso de su identidad. 

Avances de la ciencia y consideraciones histórico-filosóficas en contra del psicoanálisis 

Los paradigmas científicos son:  »compromisos compartidos por un comunidad social que, sin tener el carácter de axiomas infalibles o totalmente demostrados, son ampliamente aceptados hasta volverse casi incuestionables’’. Preciado habla de una condición paradigmática del psicoanálisis que, como en toda materia de estudio, significa la posibilidad de un consenso. Sin embargo, al referirse a la epistemología de la diferencia sexual utilizada como base para el diagnóstico, señala la existencia de un anacronismo. 

Hasta el siglo XVII, apuntan los historiadores de la ciencia y la sociedad renacentista, dominaba en Occidente -al parecer- una epistemología monosexual, donde sólo el cuerpo y la subjetividad masculina eran tomados como principios válidos. Se hablaba además de ángeles y demonios, pero los hombres y los ángeles tenían mayor realidad ontológica y política que las mujeres. La subjetividad femenina, para entonces, no era reconocida en el ámbito biológico ni político. Una vagina era un pene invertido, los ovarios eran testículos internalizados, y el clitoris no existía. La mujer solo era madre. Es recién a partir de los siglos XVIII y XIX que surgen nuevas observaciones médicas que contribuyen a una «estética de la diferencia sexual»  donde se reconoce una oposición entre pene y vagina, testículo y ovario, producción espermática y producción uterina, cromosomas femeninos y cromosomas masculinos. A pesar de cierta diferencia de criterios entre los historiadores, la mayoría coincide con que a finales del siglo XVIII la invención de la estética de la diferencia sexual sirvió para que el patriarcado pueda establecer, en base a los rasgos anatómicos y capacidades reproductivas, una diferencia entre el hombre y la mujer. El psicoanálisis se crea a finales del siglo XIX, justo cuando se cristalizaron las nociones centrales de la epistemología de la diferencia sexual y racial. Desde esta óptica heteronormada, el psicoanálisis le da un significado a los sueños, encuentra las nociones de la actividad-pasividad, organización de líbido, envidia de pene, complejo de Edipo y demás. Conceptos que no tienen ningún significado fuera de la epistemología de la diferencia sexual. Con lo que el psicoanálisis denomina «inconsciente» logra dar una identidad heteronormativa y una explicación patriarco-colonial a los sueños. 

Luego de esta exposición, Preciado señala una complicidad entre la heteronormatividad de la diferencia sexual y el psicoanálisis. Invita a los psicoanalistas a una terapia política de su institución, pero sin no antes llevar a cabo un cuestionamiento exhaustivo de sus presupuestos. Sin (re)considerar, por ejemplo, los hechos que se dieron después de la Segunda Guerra Mundial tanto en lo social, político y científico. Cuerpos considerados antes como monstruosos comienzan a politizarse, movimientos de lucha por la despatologización de la homosexualidad saltan a escena durante los primeros veinte años del siglo XX, y se da la invención de nuevas técnicas de representación de las estructuras bioquímicas de los seres vivo que van a llevar a una situación sin precedentes durante los años cuarenta. El discurso médico y psiquiátrico parece tener problemas para hacer frente a la aparición de cuerpos a los que no se les puede asignar inmediatamente sexo femenino o masculino. De esta forma, con nuevas técnicas cromosómicas y endocrinológicas aparecen los bebés llamados «intersexuales» o « hermafroditas», lo cual derrumba todo el discurso binario  y la visión paradigmática de la diferencia sexual con la que trabaja el psicoanálisis. 

Hacia un juicio crítico 

Al aproximarse a la lectura de Yo soy el monstruo que os habla, entender la influencia de un pensamiento heteronormado y patriarcal en el psicoanálisis resulta innegable. El testimonio que brinda Preciado de primera mano sobre reconocerse como un cuerpo y una identidad no-binaria, sus experiencias y su posición de privilegio al pasarse al «mundo de los hombres» donde nadie acosa a nadie en la calle, o donde otro hombre, al reconocer en alguien de apariencia similar como un semejante, no desecha ni cuestiona puntos de vista u opiniones con el mismo ahínco, permite vislumbrar la brecha cultural y social que existe en Occidente para que una persona no-binaria lleve una vida normal ante la sociedad. Preciado encuentre el punto débil del psicoanálisis cuando señala, por ejemplo, la existencia de bebés intersexuales. Sin embargo, hay ciertas ocasiones en el discurso donde hace más alusión a la parte colonial del patriarcado que a su condición excluyente en sí. Es claro: existe una herencia colonial maligna. Pero al momento de referirse con desprecio a los «blanquitos» o a los burgueses, pierde fuerza. La lucha de la no binariedad ante la sociedad debe, como todo propósito reivindicativo, abrir puertas al diálogo. No para ceder ni mucho menos. Se entiende y se sabe que la identificación de la no-binariedad es tan válida como la definición de femenino o masculino. El diálogo, en este caso, se tiene que dar para concientizar, visibilizar y dignificar lo que ante ojos de unos el mismo Preciado define como «monstruoso». 

El valor teórico y propositivo del libro es impecable. No sólo porque pasa revista a la condición histórica de la epistemología de la diferencia sexual, sino también porque pone en jaque el valor principal del paradigma psicoanalítico. No sólo hay dos sexos biológicos, sino que puede darse el nacimiento de un tercero, razón por la cual a partir de la Segunda Guerra Mundial, expone el autor, el panorama del psicoanálisis ante los avances científicos y sociales es acrítico. Yo soy el monstruo que os habla puede ser elevado a la categoría de manifiesto: enarbola los principios de la no binariedad y propone una reconstrucción del psicoanálisis desde la médula. Me sumo, por esta parte, a la consigna final: »¡Psicoanalistas por la transición epistémica, uníos a nosotres! ¡Fabriquemos juntes una salida!».

Martín Riofrío (Quito, 2000): Estudiante de Literatura de la Universidad de las Artes. Reside en Guayaquil desde hace 15 años. Desde 2020, maneja el blog de instagram: @ellectorsemiotico, espacio donde escribe reseñas sobre libros y realiza entrevistas a escritores nacionales e internacionales. 

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*