Deísmo en tres momentos: Marco teórico dialéctico para sobrevivir al encierro

Mnemotécnica 

Solo puede dar vueltas. A veces despacio y otras con prisa, pero siempre son vueltas. Veleidosa, pero constantemente, se arremolina y se estaciona. Pasa de ser inasible como un líquido al encierro más concreto del sólido. Las noches han sido solo un concepto, una abstracción. Los días, un apéndice de la oscuridad. Durante estos días y estas noches las vueltas se han repetido -les ha repetido-, como el reloj volviendo a tocarse a sí mismo, con esa misma necesidad morbosa de sentir sus números, uno a uno, acompasadamente, como para verificarse en completud. Así mismo, las vueltas han certificado la entereza de su encierro. Lo aislado de su encierro. Lo inagotable de su encierro. El encierro de su encierro. 

Mnemofobia 

Cuando no da vueltas, atraviesa el espacio. Apenas y puede moverse en círculos en aquel encierro. Apenas y puede respirar, pero transita el espacio y se olvida del tiempo. No mueve ni un solo dedo cuando da esos saltos siderales. Solo siente al tiempo rozándole las patillas y la noche se conjuga, entonces, con el día. Pero, el encierro le ha arrebolado los recuerdos. No es que le avergüencen, sino que se han tornado imprecisos, pastosos. Por eso les recuerda rojos, impregnados de sangre; chamuscados por el fuego que abrasó la ciudad y que ahora mismo le abraza en su encierro. No es que le avergüencen pero les recuerda diferentes: los concibe como sintagmas y no como núcleos; se han vuelto accesorios, prescindibles, inabarcables. 

Como no da vueltas, retorna del espacio y se contempla unívoco, singular, huérfano. Rechaza, de esta manera, los recuerdos colorados. Se queda inmóvil y se tensa, como cuerda que pende asiendo una roca. Se recoge en el encierro, en la quietud abismal del desamparo, en la languidez de no ser memorioso. Solo decide ver la negrura de sus párpados cerrados. Si abre los ojos también ve negro. 

Mnemofagia 

Para medir el tiempo, decide dar vueltas en el encierro. Se sobrecoge en las vueltas que da durante su encierro. Las vueltas que da, los pasos que ya ha transitado, las distancias en loop circular por explorar son su recogimiento. Sin embargo, vuelve siempre a las mismas tentativas de recuerdos porque solo puede dar vueltas, así como las memorias: trata de pensar en algo más, pero nunca en otra cosa. Camina en círculos, aunque no haya un “adelante” o un “atrás”, un “sentido” o un “contrasentido”. Así se vive (en) el encierro. 

La verdadera diosa -piensa-, es La Repetición.  

Nicolás Esparza Cofrade XXIV  
Narrador, acaso poeta; docente de Literatura en nivel medio; estudiante de la Literatura en la Universidad de las Artes; autor de YOSOYELMAL (Dadaif cartonera, 2017); aparece en la antología Despertar de la Hydra: antología del nuevo cuento ecuatoriano (La Caída, 2017), y Ataúd en llamasTestimonios de escritores en el Guayaquil de la pandemia (Mecánica Giratoria y UArtes Ediciones, 2020). También en revistas de literatura, como Tangente, Letralia y Rocinante. Antisistema. Miembro impúdico de La Cofradía. 

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