Entrevista a Tyrone Maridueña por Laura Nivela
Mis oídos escuchan cosas que ya no existen. Voces de fantasmas, manos sobre mi piel. Desde el encierro trato de recordar a Tyrone, a la soga de color café que lleva en su mano derecha y sus tatuajes: un payaso triste y la fecha mal hecha. La persona que hizo la entrevista es totalmente diferente a la persona que la transcribe y ordena.
“Introducción al pánico” del poeta Tyrone Maridueña es una experiencia de la multiplicidad de voces en el espacio. La introducción a un ruido incesante en la poesía que busca incomodar e introducir algo extraño en lo conocido. Phardis era una palabra que se repetía, que aparecía esporádicamente entre ciertas páginas y de lo cual Tyrone publicaba en sus redes sociales pequeños extractos. Phardis seguía creciendo y alimentándose.
Ese día había agendado una entrevista con Tyrone en un recital de poesía en el centro pero llegué muy tarde. Mis días antes de la cuarentena nunca se detenían, eran torbellinos donde el tiempo y mis ganas de dejar comer cada vez más grandes. Iba en un taxi a punto de estallar fingiendo que todo estaba bajo control, tratando de que los demás no se dieran cuenta que debajo de mi piel todo se derrumba.
Cuando por fin llegué, Tyrone tomaba cerveza. Me acerqué y lo abracé, porque es la única manera en la que sé saludarlo. Las palabras se me hacen innecesarias y siento que los actos en los intercambios comunicativos con Tyrone son más fuertes que cualquier otra cosa. En esta persona, después del cuerpo viene la palabra. La última vez que lo escuche leer rompí en llanto porque “nada es suficiente”. La idea de suficiencia, a mi parecer, es un estatuto de medición que se enraíza en la infancia, que con el tiempo se convierte en la medida que tenemos de nosotros mismos para todo en la vida.
Escucharlo me hace recordar lo doloroso que es mantenernos a flote. Cuando lo escucho recuerdo que no soy la única que sufre o que a veces desea rendirse y eso, suele ser un alivio. Como lo fue encontrarlo en aquel concierto atestado de gente y música. Lo escuché leer, dolerse frente a todxs, en un estado de vulnerabilidad de grado cero. Cuanto terminó nos dirigimos a su apartamento, el cual no había conocido antes pero al entrar fue muy familiar. Me recordaba a mi propia habitación.
Revisé con detenimiento las paredes que tenían carteles con dibujos de lo parecían ser laberintos, o —como él los llama— Phardis. Por eso estoy aquí, para entender por qué aquellos dibujos de espirales y laberintos me recuerdan a las casas de la infancia donde uno se perdía y solía llorar a escondidas.
L: Phardis es un mapa. Veo tu mapa y a mí me recuerda a la casa de la infancia ¿Por qué el mapa tiene que ver con la infancia y tiene que ver con la abuela y la madre?
T: Phardis, antes que un mapa, creo que es el mayor gesto que estoy buscando en la poesía. El gesto mayor, por así decirlo
L: ¿La estructura? No creo.
T: No, es un gesto. El gesto como interpretación sensual de una naturaleza que todavía se está provocando a sí misma.
L: ¿Qué tipo de naturaleza es? ¿Has visto Anticristo de Lars von Trier? ¿Se parece?
T: Sí se parece.
L: ¿Qué hay?
T: Entre cosas, una muy importante: lo de la familia. Uno de los cuadros que más me costó hacer fue ese porque transité ahí por un año en mi cabeza y lo que ves es un recorrido mental para ir a ciertos espacios donde una vez descubrí a mi abuelita abrazándome, algo muy bello, pero también descubrí que uno de mis vecinos se había masturbado frente a mí cuando yo era pequeño y yo lo había borrado.
L: ¿Vecino en Los Ríos o aquí?
T: Aquí, yo era muy pequeño.
L: ¿Guayaquil?
T: Sí, Guayaquil.
L: ¿Guayaquil es el mapa o Los Ríos?
T: Es mi cabeza. Ese mapa no pertenece… Sí pertenece a una ciudad, pertenece a Phardis. ¿Por qué lo separo de mí? Porque… lo que estoy haciendo me sobrepasó hace mucho tiempo.
L: ¿Qué es la poesía para ti?
T: Jugar a jugar.
L: Pero jugar es jugar a perder. ¿Por qué la pérdida es tan importante?
T: Porque hay lados donde te sientes más cómodo escribiendo. Muchas veces intenté escribir desde el lado de la tranquilidad o desde el amor o desde la virtud de la sensibilidad.
L: ¿Y qué tal te va ahí?
T: Pésimo. Vale mucha mierda, en verdad.
L: ¿Desde qué lado escribes si no es desde la sensibilidad? Leí que el placer es un pretexto para no aceptar que la poesía es un goce.
T: Juego a perder porque es necesario.
L: ¿Por qué la pérdida es tan importante?
T: Porque me llena.
L: ¿Por qué te llena la pérdida?
T: Porque siempre perdemos. Perdemos a diario. Perdemos sueños, perdemos las ganas de estar, perdemos las ganas de hacer cosas. Así que cuando ganamos algo es un gran triunfo.
L: ¿Qué has ganado últimamente?
T: Llorar.
L: ¿Por qué llorar es tan importante?
T: Porque llorar es de la máscara para afuera.
L: ¿Qué incluye la máscara? Entre dos personas siempre habrá una máscara.
T: El problema es que la máscara soy yo conmigo mismo.
L: ¿Cuándo se destruye la máscara? ¿Cuándo lloras?
T: La abro, no se destruye.
L: ¿Cuándo la abres?
T: Cuando puedo escribir. La verdad es que la máscara se sostiene tan bien, tan fuerte.
L: ¿Tan feliz?
T: No sé si sea feliz, pero sostiene a muchas personas que quiero y eso me gusta. Debo admitir eso: me gusta ver a la gente feliz y eso es una torpeza de mi parte, porque la máscara de la felicidad busca que el otro sea feliz porque debe ser feliz. Si me preguntas si quiero ser feliz, no, quiero estar tranquilo.
L: ¿Qué implica estar tranquilo en Phardis? Si Phardis es un laberinto, ¿cómo puedes estar tranquilo en tu propio laberinto?
T: Cansa.
L: Cuéntame un poco cómo Introducción al pánico es el inicio de Phardis. ¿Por qué Phardis es una casa? ¿Qué casa es? ¿Le puedes llamar hogar?
T: Introducción al pánico está en el universo de Phardis, la primera vez que lo conocí fue en la poesía, cuando comencé a escribir.
L: ¿De dónde sale la palabra Phardis?
T: Cuando enterré a mi abuelo yo estaba presente mientras lo vestían, estaba con mis tíos y escuché una sonrisa por dentro, el payaso triste levantó su voz, estaba perdiendo y dolía mucho, mucho, y no podía hacerlo por fuera. Phardis fue una palabra que se me ocurrió de la nada. No tiene un sentido en sí misma, pero hace que pierda un poco más, me pide que pierda, siempre me va pedir que pierda un poco más. He pensado que me gusta ver detrás de la máscara, el problema es que esa máscara se quiso multiplicar y lo hizo, y yo lo acepté porque me pareció divertido, pero cuando intenté multiplicar más cosas en mi cabeza descubrí que no me siento bien. Que me guste no quiere decir que me hagan bien.
L: ¿La espiral tiene que ver con un conteo perfecto o más bien hacía un punto que no tiene final?
T: La espiral, sí debo admitir que lo veo como un Aleph; la flecha invertida la veo como una copa de vino, la copa es una flecha mal hecha. Hablo del retorno a Phardis siempre a Phardis. Su útero de cristal siempre se está buscando, indagando, perdiéndose. Llega a Vicente Huidobro y después va a William Blake, regresando siempre para ser Phardis. Huidobro fue uno de los poetas que leí de pequeño. William Blake, Rimbaud… Ahora volví a Lautremont y a Poe. La escritura de su horror me parece sentimental, súper sensible. No quiero que mi abuela muera.
L: ¿Has pensado en la muerte de tu abuela toda tu vida?
T: Siempre, es la única persona que me sostiene. Mi madre va a morir, se puede caer de la escalera, romperse el cuello, imagino mil formas de su muerte. Mi abuela espero que se muera de una caída; ella siempre va a estar bien. Con mi abuela nos entendemos súper bien. La última vez que fui a Babahoyo, la acompañé por ahí y caminamos detrás de la casa y me dice: «hijito, ¿sí escucha? ¿Sí escucha cómo me hablan? ¿Sí escucha las voces?» Después me abrazó. Fue tan bello. Se supone que no se acuerda de nada, pero fuimos al cementerio y se acordaba de dónde enterraron a su mamá —mi abuelita verdadera, porque mi abuelita no es mi abuelita verdadera. Mi abuelita decidió criarnos a mi madre y a nosotros—.
L: El estómago está unido al territorio y el territorio a la figura materna. Donde no está mamá o la abuela uno no puede comer.
T: Pienso en la última vez que estuve triste, hace dos semanas, más o menos. Tomé como cinco botellas de vino yo solo y me deschaveté. Recorrí una vez más Phardis y es bonito lo que conversamos…
L: “Introducción al pánico” y Phardis tiene mucho que ver con la lengua.
T: La lengua tiene que ver con espiral y se agota, por lo que tiene que tiene volver a empezar en cada telaraña. Cuando se acaba el lenguaje debe volver a nosotros; si no, se acaba. Ese es mi miedo. Hice un voto de silencio pero llegó un momento en el que necesitaba escucharme; lanzaba una trampa para lo que quería que fuera Phardis, para el lenguaje, para conmigo, para el espantapájaros. El espantapájaros es alguien que busca, que ve. El espantapájaros cuida de mí, mientras que el payaso triste vendría a ser su contradicción. Ya no necesita cuidarme. El espantapájaros me observa y está esperando algo, cuando el juego cambia, cuando yo cambio. Cuando Phardis cambia el payaso triste empieza a aparecer porque solo puede sostener el juego a perder. El espantapájaros juega a jugar, no le interesa la vida de los demás. Solo observa. El payaso triste va a perder y nadie le va a aplaudir y yo lo acompaño, lo que venga después quiero que sea algo bueno para mí. Quiero pensar eso.
L: ¿Phardis es un manifiesto a rendirse? ¿Por qué no deberíamos rendirnos?
T: Es un manifiesto a perder, pero rendirse es necesario, es importantísimo, para saber que estás vivo, porque perder forma parte de vivir.
Vaya, siento este texto como una señal, ha caído tan oportuno (¿o no?) a mi.