Amén por el dolor

Ilustración de Christian Durán (Durini)
Ig: duriens_mind

Briggitte Arreaga

I

Nunca entendí cómo funcionaba decir adiós,                                                      la muerte de mi padre me sigue pareciendo una exagerada comedia, —ya regresará me digo— pero río, todos lo están haciendo, supongo que debo formar parte de ese todo también.

Cuando los abejorros deciden entrar en mi habitación con la intensión de dejar grietas, inmediatamente los echo, no quiero terminar con polillas en mis manos que luego me resulte difícil podérmelas limpiar.                                               

He llegado a pensar que es una especie de mecanismo de defensa, las paredes de mi cuarto ya están demasiado deterioradas por un extravío nocturno que ataca mi entrada.                                                                       

Pero he de admitir que contigo hice una excepción, las polillas en mis manos fueron un roce torpe a mi piel, y decidí tatuármelas en mis ojeras, así le hacen compañía y se suman al peso de esa bolsa llena de malas jugadas que de algún modo afectaron el avance rítmico de mi andar.

II

Tras cada respiración mi nariz gritaba; lacónica existencia,

Ruptura de lo cotidiano, de mi cotidiano.

Atada, atascada.

Soy una estalactita, estoy por quebrarme.

Me transformo en algún ave, me arrastro por campos de minas,

Mis alas están heridas, mis rodillas están rotas. ¿Curiosidad o miedo?

Te golpeas el pico reiteradas veces frente una ventana cerrada, y el ave masoquista sigue sin entender que aquí dentro no hay espacio para ella.

Explota, Ellos me acechan.

III

Los domingos son tristes, siempre me han parecido tristes.

Los domingos son ausencia, son exilios.

Los domingos son huidas.

Mi padre murió un lunes pero lo asemejo con los domingos, porque cuando acababa la semana él llegaba a salvarme de los domingos tristes pero desde que se fue, vuelvo a ellos rendida y me dejo encadenar.

Los domingos tristes han tenido temporadas de anestesia, dejaron de ser tristes pero los domingos no se dejan engañar. Ellos han regresado.

Los domingos tristes me halan del cabello y me tiran al suelo sin piedad.

Los domingos tristes no me dejan en paz.

IV

Autorretratando a un domingo que se cuela por unas claraboyas y escuece sobre mi cara.

Me he perdido en algo que no soy, en un enojo constante, en una rabia transformada en lágrimas y vociferaciones de malas palabras en mi intento de ser escuchada en un espacio estrecho.

Y me he puesto a contar las horas en donde mis mejillas han permanecido húmedas y mi cabeza ha intentado escurrirse. He descubierto que más tiempo del que debía, se ha esfumado de mis manos, y el quemeimportismo en mi umbral ya no existe.

V

Me he estado acompañando a mí misma durante veinte años.

Me he estado aprendiendo en diferentes terrenos y me he visto auto sabotearme un montón de veces, así, como cantar victoria un poco menos que lo anterior.

Estuve en compañía de alguien más por un extendido tiempo y hace poco he regresado a mis raíces. 

He sido mi hogar en época de invierno, donde los fuertes aguaceros dejan el pecho agrietado de angustia.

He sido mi abrazo sincero de abuela y he sido té de manzanilla para un estómago vacío, para unas manos sudadas y para unas mejillas frías.

Quisiera huir de mi cuerpo, aunque esto suene abandono, pero, del mismo modo, es el abandono quien me regresa a casa.

Es así como me miro desde afuera para pedirme perdón, es así, como me entiendo, es así, como me fijo en la ventana y todo está más claro que ayer, incluso mucho más claro que hace un mes.

He sido mi servilleta un sin número de veces, y he sido mendiga de mi paz un par de números más. Por lo tanto, creo reconocerme, aceptando sin más que lo único que necesitaré siempre, es reconstruir la casa en donde habito.

VI

Volver a nacer, Volver a perderme.

El estrecho fastidio envuelve; asfixia, demora.

De vuelta a la placenta; Suspendida, Sin ganas, Vetada.

VII

Probablemente en otra vida fui pájaro, y ahora sólo lucho buscando innumerables maneras de poder abrazarme con el viento.

Mi cuerpo terrenal pesa,
excede los límites de poder siquiera levantarse unos cuantos centímetros del piso,
entonces se esfuerza y luego se tumba.

VIII

Una bala ha ingresado a mi caja torácica, se ha instalado dejando un enorme agujero.

Le estoy recibiendo con regocijo, y me dicen que me asienta bastante bien.

La ruptura le da cabida a que ingresen y salgan ligeras avecillas que anidan en mi cabeza, que de vez en cuando visitan con vehemencia a la madreselva, a la madre grieta.

Amén por el dolor, Amén por el exilio, Amén.

4 comentarios

  1. FELICIDADES amiguita por tu bellas palabras y espero que sigas con éxito tus estudios y tú meta que Dios te bendiga en tu carrera profesional mí Brilló

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