La creencia, los vacíos del olvido en Nosotros

Juan Alfredo Paredes Beckmann 


Fotograma: Nosotros

Nosotros (Jordan Peele, 2019) parte con la propaganda del evento público Hands Across America de 1986, el cual contó con la participación de seis millones de personas, quienes se tomaron de las manos formando una cadena humana que atravesaba los Estados Unidos. El evento tenía como finalidad recaudar dinero para dar viviendas y combatir el hambre de los pobres. Ese mismo año, Adelaide se pierde en el parque de diversiones y llega a una casa de los espejos abandonada llamada “Búsqueda Interior” ubicada en la parte más oscura del parque, cerca del mar, que cuenta con un pasadizo de espejos, mismo que funciona como un umbral entre el mundo superior con el inferior.

Las luces de los juegos mecánicos van a evidenciar las imperfecciones que coexisten en el modelo norteamericano, mismo que pretende sumergir a las familias en una estructura de goce turístico como supuesta prueba de felicidad constante. “El turismo es una forma de consumir”,[1] una forma en la que nos sometemos a la dinámica de lo igual, donde se acrecienta el ego mediante la acumulación de experiencias.

Mientras los padres de Adelaide discuten en la superficie del parque de diversiones, ella halla una realidad que reside en la parte inferior, un lugar habitado por los otros. Adelaide se adentra en el laberinto de espejos donde se encuentra cara a cara con su doppelgänger oculto en los subterráneos del lugar junto a una sociedad de dobles. Este cuarto de espejos figura como un sitio abandonado que se puede entender como un vacío urbano: un lugar “donde suceden fenómenos y son áreas que sirven de telón de fondo a la actividad de la ciudad”.[2] Jordan Peele nos da a entender que estos vacíos urbanos contienen fuerzas de lo vivido que funcionan también como umbrales hacia la bestialidad, mientras lo civilizado queda en otra dimensión.

La playa, los parques de diversiones y la naturaleza que aparecen en Nosotros, reafirman la creencia del ‘sueño americano’ y los lugares vacíos “no siempre se producen deliberadamente”,[3] por eso no es casualidad que un lugar vacío sea una condensación entre la cultura, lo popular y la naturaleza, un descuido de las estrategias turísticas.

Los vacíos urbanos son una constancia distinta del pasado que la ciudad olvida intencionalmente. En la película, los dobles son bilocaciones que figuran como bestias violentas que, contaminados de estos vacíos olvidados, amenazan con destruir la estabilidad de la ciudad. Es precisamente ahí cuando se les cree a las voces civilizadas y todo lo otro que no es mantenido por una ideología política, gubernamental y capitalista, es aterrador y busca establecer un límite, un abandono. Los dobles son espantosos porque poseen rasgos de la naturaleza, al igual que los vacíos urbanos que resulta mejor olvidarlos. Finalmente podríamos decir que el olvido funciona como una herramienta de supresión de las fuerzas feroces de la vida, porque la creencia podría dirigirse a diferentes dimensiones.


[1] Roberto C. Boullón. Planificación del espacio turístico. México DF. Trillas. 1985. 29.

[1] Francisco Berruete. “Los vacíos urbanos: una nueva definición”. Revista Urbano Nº 35 / mayo 2017. 122. [1] Berruete. “Los vacíos urbanos”. 122.


Nota bibliográfica

Francisco Berruete. “Los vacíos urbanos: una nueva definición”. Revista Urbano Nº 35 / mayo 2017. 114-122.

Hervieu-Léger. Le Pèlerin et le Converti. La religion en mouvement. Flammarion, Paris, 1999. 55.

Kevin Lynch. La imagen de la ciudad. 8ª ed. Barcelona: Gustavo Gili. 2008.

Roberto C. Boullón. Planificación del espacio turístico. México DF. Trillas. 1985. 29.

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