Performance para creer

Julio Maquilón Flores


Ana Fernandez. Que la patria os premie, acrílico sobre tela, 170 x 150 cm, 2000
Foto: Judy Bustamante

Yo quiero que el performance potencie mis ganas de creer, porque cuando hago performance logro creer en lo que quería creer. Rarísimo, ¿verdad?

Necesito algo que me permita recordar, retornar a un tiempo abierto para vivirlo en el aquí y ahora. Necesito el rito. Grotowski me dice que descubra en mí mismo una corporeidad antigua, que no es un personaje ni un no-personaje. Aquí no hay teatro. ¿Para qué pensar en representación si al fin y al cabo es el performance el que me hace creer sin dudar? Lo que vivo es real, pero también es una construcción, una invención, un acto de creación, que nada tiene que ver con la representación. Grotowski dice que esa corporeidad es un Ancestro ¡Yo lo conozco! Pero no se presenta ante mí exactamente como ha sido, sino como pudo ser.

Existe un performance que se dio en Quito en el año 2000 llamado Hasta la vista baby, de la artista ecuatoriana Ana Fernández. En el contexto de malestar de un Ecuador herido, donde se ha perdido la fe, la desconfianza es colectiva y el futuro es incierto, hacía falta un acto de voluntad para tocar aquella utopía que se ve tan lejana e ilusoria, crear un plano de realidad, una ficción, donde la aflicción colectiva se supere.

Hasta la vista baby consistió en una procesión que se dio el 9 de septiembre del año 2000, día en el que el sucre dejó de ser la moneda oficial. Contó con cientos de personas que caminaron por las calles a manera de pompa fúnebre liderados por Fernández vestida de militar, en representación del Mariscal Antonio José de Sucre. El recorrido comenzó en el Banco Central del Ecuador y avanzó por la calle Guayaquil hasta la plaza de la Independencia; ahí los congregados tomaron la bandera del Ecuador y la lavaron con agua y jabón para limpiarla de toda la corrupción, dejando al país como nuevo. El acto concluyó en el cementerio de San Diego donde enterraron el sucre. Así aceptaron que la moneda estaba muerta.

Ante un shock tan grande como el Feriado Bancario, aceptar la realidad es complicado. Necesito que algo me ayude a creer lo que está pasando. Tengo que recurrir a la utopía para no quedarme en la incertidumbre. Hago performance. Traigo al mismísimo Mariscal Sucre desde el siglo XIX, quien no se me presenta como el glorioso héroe de la Batalla de Ayacucho, sino como un ser vulnerado. No lo traigo para festejar, lo traigo para llorar y llorarnos. Enterramos el sucre, ficcionamos dicho acto de manera que se lo perciba como el entierro de un muerto que no es real, en un intento de reparar la realidad, de solucionar los problemas que nos aquejan como sociedad. Así logramos generar una experiencia comunitaria a partir de los simbolismos del performance.

Lo que hizo Fernández fue tomar conductas. Los comportamientos humanos tales como caminar (en grupo), lavar (ropa), enterrar (un muerto), las extrajo del plano de lo cotidiano y las modificó. Lo que tenemos en la performance es una procesión, la purificación de la bandera del Ecuador y la muerte del sucre. Esta reestructuración es lo que provoca una nueva mirada sobre dichas conductas.

A partir de esta creación podemos inventarnos una ficción, otra realidad, un plano donde la Historia pueda ser distinta; donde, a pesar de los malestares de la sociedad, se pueda vivir la utopía en el aquí y ahora.

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