Hay un tigre de Bengala en el centro de Guayaquil

Pedro Bonfim


En una de las bancas de la avenida 9 de octubre, un grupo de señores me contó la historia del tigre del centro de la ciudad. A grandes rasgos: unos narcotraficantes tenían un centro de entretenimiento clandestino donde hacían sus reuniones y sus fiestas y donde, además, al estilo de Pablo Escobar y sus hipopótamos, tenían un tigre de Bengala. Un día tuvieron que abandonar el lugar de forma repentina pero el tigre se quedó. Tiempo después el edificio se restauró para que un centro evangélico lo ocupara y solo entonces cayeron en cuenta de que el tigre había desaparecido de su jaula. Aparentemente, muchas personas afirmaron haber escuchado su rugido, incluso hay quienes lo han visto asomarse en las ventanas de los edificios abandonados. Más allá de si esta historia es cierta o no, imaginé a un tigre apareciendo, repentinamente, en alguna calle del centro.

A raíz de esta historia comencé a fijarme en la presencia del tigre en mi entorno. Noté que aparecía en tatuajes, impreso en carros, en peluches, en camisetas, en logos, en dichos populares, en la Leche de tigre y, claro, comiendo trigo en un trabalenguas de mi infancia. El tigre estuvo siempre. A todo esto, me di cuenta de que ni siquiera estoy seguro de haber visto un tigre en la vida real. Tal vez, igual que al cóndor, solo lo vi cuando era niño, encerrado en una jaula en el Zoológico de Guayllabamba.

El tigre un animal que no pertenece a esta región, pero que, sin darnos cuenta, formó parte de nuestra cultura e imaginario.

PEDRO Bomfin

 ¿Por qué tanto tigre? El tigre representa fuerza, sabiduría, poder, incluso muchos lo utilizan bajo connotaciones de lo que debería ser el macho: salvaje, aventurero, exótico, lo que quieran. Pero también noté de que, sobre todo, puede no representar nada.

El tigre de peluche para un bebé es el mismo tigre de una camiseta escotada, del tatuaje de un brazo musculoso y del logo de una compañía de buses. En todos estos casos terminan representando lo mismo: nada.

Durante el mismo periodo en que me contaron la historia del tigre del centro, yo estaba trabajando en Tristes trópicos, el segundo álbum de mi banda Lolabúm. Teníamos la intención de hablar de Ecuador y Latinoamérica en la actualidad. Generalmente, para lograr ese objetivo, se mezcla la música tradicional, elementos modernos y letras que hablen de animales coloridos, paisajes y políticos corruptos. En nuestro caso, ese camino significaba un simulacro. Para hablar de nuestro entorno era más útil hablar de escenas cotidianas y de grabaciones de la ciudad hechas con un celular antes que fingirnos exóticos. El tigre fue una herramienta para lograrlo. Es un animal que no pertenece a esta región, pero que, sin darnos cuenta, formó parte de nuestra cultura e imaginario.

Es un animal tan exotizado que ha perdido su exotismo, como Latinoamérica para los latinoamericanos. Por eso parte de la promoción para los conciertos en vivo era prometer que el público iba a ver un tigre en la vida real. Usamos una máscara de tigre que compramos en un almacén de todo por $1 en el centro de Guayaquil.

Estoy seguro de que, si ese día me hubiesen contado la historia, pero, en lugar de un tigre se hubiese tratado de un jaguar —sin pensar en que era algo más probable y posible—, no hubiese tenido el efecto verosímil que tuvo en mí. Los tigres nos interesan porque no son nuestros y eso me recuerda a una frase del manifiesto Antropófago de Oswald de Andrade, porque somos devoradores de culturas. Nutrámonos.

1 comentario

  1. edta buscando una información de edificios virjos y o abandonados sobre la calle 9 de octubre de Guayaquil y me encontre con esta característica historia del tigre de bengala en Guayaquil, me encanto la historia

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