Lanthimos: pulsiones — instintos

Rafael Plaza Andrade


El concepto de un “impulso interno” se deriva de la formación del morfema y lexema de origen latino que configuran la palabra “instinto”. Este conjunto de pautas conductuales posee diferentes características, entre las cuales se encuentran las cualidades de ser inevitable y ejecutar acciones por cuenta propia, involucrar el control de todo el organismo en el que se manifiesta o presentar una serie de pasos en los que la identificación de una necesidad, deben llevar a la consecuente satisfacción y anulación de ese estado de urgencia. Dichas propiedades podrían servir —y han sido utilizadas — para la creación de personajes que habitan las diferentes ramas del arte, formando parte de historias de terror, thriller o misterio. Los filmes del cineasta griego Yorgos Lanthimos han sido en varias ocasiones etiquetados en estos géneros, a pesar de que sus películas conformen una amalgama no tan fácil de categorizar.

A pesar de que el término “instinto” y el estudio de su significado hayan estado presentes en las investigaciones sobre psicología desde finales del siglo XIX, es una expresión cada vez menos usada en los textos de análisis de la mente y del comportamiento humano, posiblemente debido a la sustitución de dicho vocablo por el de “pulsión” en los textos de Freud, de modo que en la actualidad es considerado casi obsoleto en lo referente a esta materia. Sin embargo, su utilización, todavía presente en la disciplina de la biología animal, permite su constante existencia en el lenguaje habitual, y que nos sirva para determinar diferentes circunstancias del proceder individual. Este comportamiento innato o instinto animal constituye uno de los elementos más preponderantes en las narraciones que Lanthimos construye en su consistente y original filmografía.

El instinto lleva a los animales — en los que por supuesto se incluye a los humanos — a comportarse de acuerdo con su naturaleza. La pregunta que persiste a través del tiempo y cuya respuesta quizá sea imposible de determinar con exactitud es ¿cuál es o en qué consiste la naturaleza humana? Pero el cine de Lanthimos no está realizado para ofrecer respuestas. En sus películas, la temática de la aparición de un enérgico instinto que se expresa en diferentes vertientes lleva a sus personajes a realizar actos extremos

En el caso de Canino (2009) es el deseo de libertad, de escapar de una estructura que se ha probado resquebrajada. En Alps (2011) se muestra la dinámica de pertenecer a una manada, lo que incluye la obediencia de sus severas reglas. La necesidad de buscar una pareja es lo que motiva a los protagonistas de Langosta (2015). El acto de inmolación para salvar al resto del rebaño en El sacrificio de un ciervo sagrado (2017). El más vehemente impulso de supervivencia lo que impele a los personajes de La favorita (2018).

El realizador griego nominado a cuatro Oscars se evidencia como un etólogo, que, junto a su colaborador más frecuente en materia de guion, Efthymis Filippou, confeccionan provocativas metáforas sobre el comportamiento humano, que pueden percibirse como radicalmente originales, o que discurren a modo de transliteraciones de tragedias de la Grecia clásica. Es sus narraciones lo “animal” siempre se encuentra presente, no sólo anunciado desde algunos de sus títulos, sino que también toma un espacio físico, ya sea en forma del gato de Canino o en los distintos animales que pueblan el universo de Langosta, sin dejar de lado el significado simbólico que en ocasiones llegan a poseer, como los conejos que conviven con la reina de La favorita.

Acoplándose a todo esto, se encuentra otra de las características más reconocidas de los filmes de Yorgos Lanthimos, su notorio humor ácido, que ingresa en todas sus obras de manera insospechada, y que sitúa al director en una posición de estática crueldad ante sus personajes, como un depredador que disfruta viendo sufrir a su presa. Personajes a los que deja, en algunas ocasiones, con los ojos vendados, como marca distintiva de su cine, y que deambulan ciegos en un mundo que puede resultar tan absurdo como en ocasiones deriva la misma naturaleza implacable. Es así como, cuando en Langosta uno de los personajes le miente a su pareja, ella le indica que el castigo destinado para eso es que lo transformen en el animal que nadie quiere ser. Jamás se revela cuál es este animal, ya que la intención muy probablemente es que nos cuestionemos cuál podría ser, aunque todos sepamos que quizá el peor animal de todos es el mismo ser humano.

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