Mi familia dice que nací con suerte, por eso me utilizan como una especie de amuleto viviente. Me invitan a menudo como acompañante a ciertos eventos que requieren de mis habilidades: voy a bingos, los acompaño a sus citas en las embajadas y hasta me llevan a sus primeras citas. Y eso es lo que hago, voy y me quedo inmóvil. Pero mis tías insisten en que mi sola presencia es lo que necesitan para salir de la soltería o conseguir la visa. Lo triste es que haber nacido con este don, ha hecho de mí un tipo sin una vida propia. Mientras ellos lo tienen todo a mis costillas que ya parecen querer escaparse de mi cuerpo.
Dicen que cada hombre fabrica su propia suerte, pero mi familia no lo entiende. Ya no les basta con llevarme a todos lados, sino que han empezado a tomar sin mi consentimiento, pequeñas partes de lo que va quedando de mí. Cortan mis uñas y cabello, recolectan mis eyecciones y han empezado a mirar con suspicacia mi oreja izquierda. Temo el día en que se les ocurra hacer un llavero de la suerte con mi dedo gordo del pie.
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