Puntos de vida es aceptar que el arte no es solo humano, sino que todos los animales tienen un papel sustancial en lo que una vez fue nombrado poiésis. En este número presentaremos una entrevista de otro punto de vida, quizás más tenue, pero que desentraña y complementa la mirada antropocéntrica. La idea de artista se difumina fácilmente entre el arte y lo animal, convirtiéndolo en un medio, un esquivo representador y conector de dos potencialidades impredecibles. El arte animal es el intermezzo que trae y lleva un sinnúmero de hibridaciones ya sin la idea de autor o artista como eje principal. En los retazos de una obra animal se puede encontrar el punto exacto de la no significación de los símbolos. Un animal es símbolo y si es vaciado de su contenido expresable, concreto y directo, ha sido una jugada llanamente estética. ¿Y qué hay de cuando lo animal es incontrolable en el mismo proceder y creación de una obra? ¿Es acaso ese arte animal, tan viejo como anticuado, tan libre como nuevo, una abyección de ese humano demasiado humano? Al parecer las interpretaciones nos pertenecen como una codificación en el pensamiento, producto de otros, por medio de un lenguaje que es siempre representación.
Pero estamos ignorando otros sistemas de codificación, otros puntos de vida. Si el arte comenzó rompiendo los límites para fijar un territorio animal quiere decir que todos los sujetos dentro de este territorio han sido asimilados como unidad, a cada unidad le precede una multiplicidad y es allí donde el arte deja de pertenecerle al humano. Por esta razón preparamos diversas interpretaciones del animal en cada campo del arte, como, por ejemplo, los animales mal disecados, que empieza como un proceso natural en las ciudades y que termina en un trabajo fotográfico de animales aplastados en las calles, ¿cuál es la forma y la sombra del animal estampado? Es una estética de lo habitual.
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