por Marcelo Álava |
Sus ojos están desmesuradamente abiertos,
la boca abierta y extendidas las alas.
Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia.
Ha vuelto el rostro hacia el pasado.
Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos,
él ve una catástrofe única que amontona
incansablemente ruina sobre ruina,
arrojándolas a sus pies.
Walter Benjamín – Tesis de la filosofía de la historia
Reseña del documental La rebelión de la memoria (2020), de Daniel Yépez Brito
Como aquellos policías que con sus escobas limpiaron las calles, el huracán nos empuja hacia adelante con la finalidad de evitar que miremos hacia nuestro pasado. Aquel huracán llamado ‘progreso’ y por el que en su nombre se cometen los más crueles latrocinios. Un año después, ese mismo huracán ha intentado borrar o manipular el levantamiento popular de octubre en Ecuador.
Para el infortunio de la historia oficial, la obra documental de Daniel Yépez Brito, titulada La rebelión de la memoria, relata con imágenes en movimiento los acontecimientos de los trece días de lucha en contra del despotismo. Este cortometraje narra, en aproximadamente 20 minutos, el rechazo de las clases populares a la receta del despojo. Fue estrenado en el mes de conmemoración de la gesta popular, por la página web Choloflix, plataforma especializada en cine ecuatoriano.
A expensas del progreso, el 1 de octubre de 2019 el Estado impuso el decreto 883, que supuestamente eliminaría el subsidio de los combustibles. Como bien conocemos, este decreto se derogó por la lucha popular. Las organizaciones sociales, inconformes con tal medida, se movilizaron para rechazar la precarización de la vida y las condiciones fondomonetaristas. Sujetos políticos en las calles y, ahora, sujetos históricos en imágenes.
A esta obra cinematográfica se la podría considerar colaborativa, buena parte del registro documental se constituye por las grabaciones de las y los ciudadanos que, con sus teléfonos móviles, lograron registrar la violencia de los aparatos represivos al servicio del Estado burgués. El punto de vista en la narración es del cuerpo colectivo que relata la historia, obviamente, desde la orilla opuesta al discurso oficial.
Los que ejercieron el poder crearon un vil recurso de antagonismo e, insolentemente, tildaron a obreros/as, madres, estudiantes, indígenas como los violentos, zánganos, delincuentes y unos cuantos descalificativos más. A diferencia del cortometraje, que también nos muestra la solidaridad entre el pueblo, no obstante, queda pendiente la pregunta: ¿quiénes fueron los que atacaron a los lugares de acogida, mutilaron cuerpos, atropellaron, asesinaron?
El archivo de los Diálogos por la paz (mediación entre las organizaciones sociales y representantes del gobierno, evento televisado a nivel nacional) nos recuerda la contumaz denuncia que manifestaron las y los dirigentes indígenas ante el más alto representante del poder. Entre aquellas intervenciones estuvieron las contundentes palabras de Miriam Cisneros, dirigente de Sarayaku, quien evidencia la brecha de desigualdad social entre el campo y la ciudad:
«En nombre de todas las mujeres amazónicas, quiero decirles que hemos venido de la selva caminando, dejando nuestros hijos en la casa, dejando nuestros quehaceres en la casa porque, pensando en un Estado digno y soberano, queremos que el Estado ecuatoriano responda a las necesidades de los pueblos y nacionalidades del Ecuador. Cuando hablamos de un Estado plurinacional, cuando Estado somos nosotros, cuando nos tratan de que los pueblos indígenas y los campesinos somos pobres. Me da mucha pena cuando tengan que hablar de pobreza cuando los pueblos indígenas que labramos en el campo, trabajamos, que cultivamos, que damos de alimentar a la ciudad nos tengan que tratar de esa manera.»
Esta crónica audiovisual es un soporte importante para la memoria colectiva, ya que este es una interpretación distinta a la narrativa oportunista que no hace más que homogeneizar el tiempo; es decir, produce historicismo que se convierte en monumentos vacíos para ensalzar los aparatos del poder. Octubre nos demostró que los derechos se luchan en las calles y el conformismo enajena nuestro presente y privatiza el futuro. Este documental demuestra que el arte es una herramienta necesaria para reescribir la historia.
Nota: Angelus Novus hace referencia a la pintura de Paul Klee (1920). Walter Benjamin reflexiona sobre esta pintura y la denomina como “El ángel la historia”. La interpretación de Benjamin alude al ángel que intenta mirar hacia el pasado, pero el progreso o el huracán lo arrasa hacia el futuro.
Marcelo Álava. @d_marcel0 Escribiente apasionado por el texto en el sentido amplio del signo. Caminante por convicción y soñador de nacimiento.
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