Por: Laura Nivela|
“The Winchester trilogy” de Jeremy Blake se reproduce en mi pantalla. Hay una gran mansión en blanco y negro acompañada de un sonido de un proyector antiguo. No sé su nombre y no fingiré conocer el nombre de aquellos artilugios del siglo pasado por parecer intelectual mientras escribo. No sé cómo se llama, sé que proyecta cosas y nos hace ser conscientes del tiempo a través del sonido y la imagen.
Contemplo la casa de siete pisos que la viuda Sarah Winchester mantuvo en construcción hasta el día de su muerte. La leyenda dice que todos los soldados que murieron por culpa de las armas Winchester merodeaban la casa, por eso una médium le dijo a Sarah que debía construir y construir para que las almas en pena no tuvieran un lugar donde penar por la eternidad.
Mi teléfono vibra. No, me equivoque. Hace varias semanas siento que mi teléfono vibra aunque no tenga ninguna notificación cuando desbloqueo la pantalla. Vuelvo al film y hay un fosforo que se convierte en una vagina sangrante a la que paulatinamente le crecen cabezas, piernas y brazos con armas. La sombra de un hombre se cola por la pantalla mientras la mansión se desvanece.
Las imágenes que se mixturan en el film son según Blake, un intento de alcanzar la mente de la viuda Winchester. Me pregunto ¿Cómo alcanzar la mente de una mujer de hace varios siglos a través de las nuevas tecnologías? ¿Cómo la imagen nos permite acercarnos a un cuerpo inexistente? ¿Estoy acercándome a un personaje ficticio a través de un incentivo emocional? Mientras trato de esbozar una respuesta me distraigo con los insectos que crecen en mi pantalla, soldados que se transforman en vacas y conejos de manera continua.
Lev Manovich, el causante de que descubriera a Blake, en su texto “Comprender los medios híbridos” argumenta que a partir de 1980 existe una estética del collage, que permite la presencia simultánea de múltiples medios dentro de un mismo espacio. Para él, eso se llama: lenguaje – visual – híbrido. Después de la creación de After Effectes en 1993 solo se podía esperar la búsqueda de nuevos efectos para experimentar con la narración cinematográfica.
De nuevo, el hombre en la pantalla. El recuerdo de mi madre frente al televisor diciéndome que el cáncer de mi primo se expande cada día más se cola en mi memoria mientras escucho la canción infantil que atraviesa los periodos en los que Blake experimenta con la imagen. Considero que la obra de Blake juega con la transformación y la muerte desde el sonido sublimado por el tiempo.
Tinta cae, balas atraviesan, animales se encuentran en una planicie 2D. ¿En qué punto las nuevas tecnologías empiezan a contar nuestras des-composiciones? ¿Qué es descomponerse frente a la pantalla? Después de aquellas preguntas vuelve ese vibrar fantasma y entro a Instagram. Mi dedo busca alguna noticia o foto que pueda producir un alza en mis niveles de dopamina. Scrolleo en Instagram mi camino a la muerte. Ellos guardan mis datos, lo sé, cada vez que me detengo a ver una imagen, cuento los segundos y me digo, ahora veré más de este usuario y me siento tranquila.
Soy un alma en pena dentro de una construcción infinita. Las redes sociales son millones de millones de armas Winchester. La única diferencia es que nadie construirá una casa para librarse de nosotros, somos datos y eso nos hace meramente descartables. Me dan envidia los fantasmas del film de Blake, ellos pueden hacer sonidos de ballenas y buscarse entre sí. Yo solo veo mi pantalla, veo figuras, trasformaciones, mandíbulas y un gran vació creciendo y devorando todo a su paso.
Bibliografía:
Manovich, Lev. Comprender los medios híbridos, 2008. PDF
Laura Nivela (Ecuador, 1998) Blog:https://crimesvenus.wordpress.com Actualmente, cursa una licenciatura de literatura con mención en edición, en la Universidad de las Artes de Guayaquil. Es parte del grupo de investigación VIP Trágico y Tránsito. Cuenta con la publicación de «Vehículos amatorios», en la antología Tela de araña, muestra de textos y pre-textos (Editorial El Rasguño) y varias publicaciones de poemas en revistas online como Cráneo de Pangea. Cuenta con una editorial fanzinera desde el 2019, llamada Crímenes en Venus, en la que se destacan los sellos de poesía y crónica. Sus actuales temas de interés son la investigación en artes y el compostaje como una alternativa a la vida y a lo literario.
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